Hace varios años hubo un temblor en
Roldanillo. Fue tan fuerte que, en el patio de la casa de sus padres, se
formaban ondas en el piso. La tierra bramaba. Cuatro años después, ocurrió otro
temblor, menos fuerte; algunas de las plantas que estaban en la estantería se
cayeron.
Ella se retiró por miedo a que la ramada le cayera encima. Sus primos, que
estaban en el velorio del papá, vieron cómo el ataúd se movía. Gracias a Dios,
las gemelas de la vecina —a quienes cuidaban— no se encontraban en su casa.
Tampoco hubo daños materiales.
Así fue como ella aprendió que, ante un temblor, lo mejor es conservar la
calma.
lunes, 6 de enero de 2025
Sismos
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