jueves, 26 de septiembre de 2024

Visitante nocturno

 

Estaba en la cama empiyamada tratando de quedarme dormida después de un estresante día. Escuché un extraño ruido en el techo, tomé la  linterna de la mesita de noche. El ritmo cardiaco se aceleró, guardé absoluto silencio. Algo se arrastraba en el techo; el estruendo fue tal, parecía que iba a caerme encima. Corrí a la otra habitación, la sensación de pánico  y persecución me hizo tartamudear.   A mis pies chispearon gotas del líquido nauseabundo que caía.  Minutos después escuché que levantaban las tejas.

A la mañana siguiente hice  tapar cualquier hueco por el cual pudiera ingresar ese animal. A los dos días, volví a escuchar el  mismo ruido. Entonces, hice instalar un bombillo  en el techo para alejarlo.

Esa misma noche accedió al techo por la  claraboya de la otra habitación,  y  orinó el colchón de mi cama, supe que era una Zarigüeya la que me visitaba. Necesitaba atraparla, pero sola no era capaz.

Al día siguiente muy temprano ingresé a bañarme, giré a enjuagarme cuando ví una Zarigüeya en el rincón. Quise gritar y no pude. Al cruce de miradas el animal emitió un gruñido, se increpó, pudo apreciar sus dientes afilados y ojos vidriosos, estábamos encerradas en el mismo lugar. Miré hacia arriba, si hubiera podido volar seguro lo hago. No sabía cómo salir, cuando pude grité  tan fuerte “ma me voy a morir”, “me voy a morir”  sentía que mis gritos  eran en vano porque mi mamá vivía enseguida.

Cuando la escuché llegar sentí un alivio, empujó la puerta y salí del baño enjabonada. Ella le pegó un garrotazo con la escoba y se la llevó para su casa en una jaula. La cuida como su mascota porque sabe que es un animal en vía de extinción, mientras lidio con los ruidos nocturnos.


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